Visitamos este increíble pueblo francés como una excursión durante nuestra visita a Burdeos y nos encantó. Nos fascinó la historia de una población que a lo largo de la Historia supo sacarle provecho a sus cuevas excavadas en la roca caliza con diferentes usos: de catacumbas a centro de peregrinación y de bodegas a espacios turísticos.
A Saint-Émilion se llega en tren desde Burdeos en un viaje de menos de media hora. La estación no está en el centro del pueblo. Una vez salgas de ella tienes la opción de ir en uno de los tuk tuk turísticos que te están esperando o dar un agradable paseo de poco más de un kilómetro (20 minutos) entre viñedos y bodegas para ir abriendo boca de lo que te vas a encontrar. Teníamos miedo de encontrarnos con un pueblo conquistado por las hordas de turistas pero a pesar de ser agosto no llegamos a sentir agobio, aunque imaginamos que los fines de semana habrá muchísima más gente.




Nuestra primera parada fue en la Oficina de Turismo y fue todo un acierto porque nos dieron las claves de las cosas más importantes que visitar en este precioso pueblo en una mañana. Lo primero que hicimos fue subir al campanario de la iglesia que está justo en frente de la oficina de turismo. La entrada cuesta 2 euros y la llave te la dan en la propia oficina. Desde arriba se ve absolutamente toda la población y las decenas de chateaux y viñedos que la rodean. La inmensa torre se construye durante la Edad Media para guiar los pasos de los peregrinos del Camino de Santiago para que se acercaran al lugar donde siglos antes el ermitaño Saint-Émilion había decidido construir su hogar.



Y es precisamente justo debajo del campanario donde se encuentra el complejo de cuevas y construcciones subterráneas que dió origen a la población. Para visitar las Iglesias Monolíticas hay que hacerlo con una visita guiada (también las hay en español), ya que el espacio hoy es una propiedad privada perteneciente a una familia local. La entrada vale 15 euros y se compra en la oficina de turismo. Vale muchísimo la pena. Nuestra guía nos mostró la cueva donde el ermitaño Saint-Émilion vivía y empezó a hacer sus milagros. Sobre ella se construyó una pequeña ermita en la que recientemente se han descubierto unas preciosas pinturas murales. De ahí te dirige a las antiguas catacumbas explicando cómo la aristocracia francesa desarrolló este complejo para encontrar su eterno descanso cerca de las reliquias de un santo tan prestigioso como Saint-Émilion. Por último, te muestran la impresionante iglesia monolítica, excavada en la roca en una impresionante estructura que te dejará con la boca abierta. La visita dura alrededor de una hora y es muy amena e interesante sobre todo si te toca una guía tan apasionada como Maeve. Tomar fotos durante la visita está prohíbido, por eso no tengo muchos documentos.

Pero la Iglesia Monolítica no es el único monumero que visitar en la localidad. Justo al lado de la Oficina de Turismo, está la Iglesia Colegial y su claustro, ambos de acceso gratuito y muy interesantes. En el claustro podrás encontrar un mural de 38 metros del artista contemporáneo François Peltier llamado el Apocalipsis y que hace un interesante contraste entre la arquitectura medieval y la pintura contemporánea.



El otro claustro que no te puedes perder es el Claustro de los Cordeleros, un antiguo complejo de iglesia, claustro y jardín que en el pasado formaba parte de un convento franciscano y que tras la Revolución pasó a manos privadas. Actualmente se ha hecho una increíble intervención arquitectónica que ha tranformado la iglesia en tienda de vinos y el claustro en un agradable espacio de restauración. Desde el templo se accede a las galerías subterráneas que se usaron como bodegas donde dejar reposar los caldos. Y es que este espacio explica muy bien la segunda vida que tuvieron los espacios subterráneos que recorren toda la ciudad. Después de la Revolución Francesa Saint-Émilion dejó de ser un centro de peregrinación religiosa por el laicismo imperante en Francia y sus habitantes encontraron en las cuevas subterráneas el espacio ideal para el resposo del vino local.



Si quieres visitar una bodega local de manera gratuita te recomendamos Maison Galhaud – Caves du Manoir , un interesante espacio en el que podrás ver las galerías subterráneas con sus toneles y además degustar dos vinos locales por solo 5 euros. El propietario te da una apasionada explicación tanto del espacio como de los vinos, que estaban riquísimos. Y si además del vino te gusta el chocolate, no puedes perderte Chocolaterie Maëlig.

Además de todo esto, el encanto de la localidad está en pasear por sus callejuelas y plazas para ir descubriendo monumentos como la Torre del Rey , los lavaderos o el Mercado. Uno de nuestros miradores favoritos fue este.



Si en tu visita a St Emilion pasas cerca de Burdeos también te recomiendo leer mi post sobre esta ciudad.
Un comentario en “Un día en Saint-Émilion”