Eslovenia no estaba, ni mucho menos, en mi lista de países por ver. Descubrirla este verano ha sido una de las mayores sorpresas «viajeras» que he recibido nunca. Es un país muy completo que te ofrece todo lo que un buen viajero quiere encontrar en el lugar que visita: monumentos, increíbles paisajes, una variada gastronomía, una costa muy pintoresca, distancias asequibles y precios moderados. El turismo de masas aún no ha llegado a la antigua república yugoslava, lo que convierte a Eslovenia en el último rincón secreto de Europa.
Nosotros visitamos el país en una semana. Establecimos nuestro campamento base en Liubliana, la capital, y desde ahí nos movimos a los distintos lugares con un coche de alquiler. Las carreteras son bastante buenas y los puntos de interés no están a más de dos horas de la capital. Si vas a transitar por las autovías debes adquirir una viñeta o pegatina que se pega en el parabrisas. Tienes toda la información aquí.
Liubliana, una capital muy verde
La capital eslovena es una ciudad llena de encanto. No es muy grande y se le pueden dedicar uno o dos días. La mayor parte del centro es peatonal y parte de su magia reside en pasearla tranquilamente. Los principales puntos de interés están en torno al río Ljubljanica. El Puente Triple, el Puente de los Dragones o el Puente de los Carniceros, son algunos de los sitios más fotografiados de la ciudad.
Las plazas del Congreso y de la República, a pocos metros de la ribera del Ljubljanica son otros de los puntos imprescindibles de la ciudad. Separadas por una hilera de edificios, entre las dos hay un contraste importante. La primera monumental y llena de edificios barrocos, la segunda dominada por el moderno edificio del Parlamento, es el centro político del país.
Pero si hay un monumento que domina toda la ciudad es su castillo. Pagar para entrar en él no vale mucho la pena pero si subes a la colina (puedes hacerlo a pie o en funicular) puedes disfrutar de unas espectaculares vistas de la ciudad desde los miradores que hay alrededor del Castillo.
Sin duda, el mejor panorama no se disfruta desde el castillo, sino desde la terraza panorámica de Nebotičnik, el rascacielos de Liubliana. Subir es completamente gratuito y si quieres disfrutar de una bebida con espectaculares vistas, los precios son bastante moderados.
Si quieres conocer la Cultura más alternativa, el barrio de Metelkova tiene lo que estás buscando. Un antiguo cuartel militar transformado por vecinos y artistas contemporáneos en un auténtico centro cultural para pasearlo durante el día y disfrutar de la fiesta durante la noche. Junto a él se encuentran algunos de los museos más interesantes de la ciudad, como el Museo de Arte Contemporáneo, el Museo de Etnografía o el Museo Nacional de Eslovenia.
Todos los viernes, en el centro de la ciudad, se monta un mercado de frutas, hortalizas y artesanía. Además se instalan mesas, sillas y puestos de comida donde locales y turistas disfrutan de una buena comida al aire libre.
Si te interesa la arquitectura, tienes que conocer la obra de Jože Plečnik , el «Gaudí» esloveno. El arquitecto transformó la capital a mediados del siglo XX. Su edificio más destacado es la Biblioteca Nacional de Eslovenia, un auténtico templo a la sabiduría y el conocimiento que vale la pena visitar. Con el precio de la entrada te invitan a una limonada en la cafetería de la biblioteca.
A las afueras también se puede disfrutar de otra obra destacada de Plečnik, el cementerio de la ciudad. Los aficionados al «cementurismo» pueden maravillarse con las monumentales entradas que el arquitecto hizo para el camposanto, así como los múltiples monumentos y tumbas que homenajean a los caídos en las distintas guerras en las que Eslovenia se ha visto involucrada.
40 kilómetros de costa, que dan para mucho…
Eslovenia cuenta con apenas 40 kilómetros de costa encajados entre Italia y Croacia. Sin embargo los pequeños pueblecitos del litoral, aunque empiezan a desarrollarse turísticamente, no están ni mucho menos especialmente masificados. El más famoso es Piran, un pintoresco pueblo que se puede visitar en un día. No te puedes perder la subida al campanario de la iglesia de San Jorge, desde el que se disfrutan de unas espectaculares vistas de la Plaza Tartini y de todo el casco histórico. También desde el castillo y las murallas se puede disfrutar de una buena panorámica. La ciudad es prácticamente peatonal. por lo que lo mejor es aparcar en alguno de los parkings habilitados en las afueras, que suelen contar con lanzaderas de bus gratuitas a la Plaza Tartini. Para comer recomendamos el tradicional restaurante de pescado Fritolin Pri Cantini de la Plaza del 1 de mayo. Muy barato y con calidad.
Koper está a penas 20 minutos de Piran. No es tan famosa pero su centro histórico tiene muchísimo encanto. La zona portuaria e industrial que rodea al centro puede darnos una primera impresión equivocada que se desvanece cuando vemos sus callejuelas y la imponente plaza de Tito. Junto al parque Hlavatyjev hay muchos restaurantes donde se puede comer o cenar pescado a buen precio.
De la playa a los lagos…
Los escasos 40 kilómetros de costa no impiden a los eslovenos tener muchas opciones para ponerse en remojo cuando el calor aprieta. En Eslovenia es mucho más habitual ir a los numerosos lagos con los que cuenta el país a refrescarse que hacerlo en el Adriático. Además del archiconocidísimo Lago Bled, uno de los iconos del país por su pintoresca isla con una iglesia en el centro del mismo, en la zona cuentas con otras muchas opciones. Es más, Bled se ha convertido en uno de los puntos más visitados del país y encontrar aparcamiento suele ser complicado, además de que lo cobran a precio de oro.
Sin duda, mi favorito fue el Lago Bohinj, menos masificado que Bled y con más opciones de aparcamiento. Mi recomendación es que aparquéis en el parking más lejano del lago, el precio es la mitad que el que hay junto al lago y cuentan con servicios de lanzadera en bus cada 5 minutos. Aunque hay restaurantes y tiendas en la zona es mejor llevar tu picnic para comer en algunas de las praderas cercanas al lago.
El país más verde de Europa
Y es que, además de la costa y los lagos, Eslovenia no deja de sorprenderte por sus paisajes. Mires donde mires no puedes dejar de maravillarte por el verdor de sus bosques y montañas. El valle de Sorica, al que llegamos por una maravillosa casualidad, fue uno de loa paisajes más impresionantes que he visto en mi vida. El pintor impresionista Ivan Grohar nació allí y desde luego que encontró inspiración para sus cuadros.
El valle de Solcava y Logarska Dolina es otro de los paisajes más populares del país. Hay que pagar una pequeña tasa por entrar con el vehículo y disfrutar del impresionante paisaje dominado por los Alpes. Desde allí parten numerosas rutas de senderismo.
Aunque algo masificado, la visita a la Garganta de Vitgar, a pocos kilómetros de Bled, es uno de los sitios obligatorios que ver en Eslovenia. El recorrido de algo más de dos horas sobre pasarelas de madera entre las paredes del cañón del río Radovna deja imágenes espectaculares. Es mejor ir lo más temprano posible porque se forman colas para entrar. El ticket cuesta 10 euros.
Otros pueblos y ciudades
Además de Liubliana, el país cuenta con muchas ciudades históricas y monumentales. Ptuj, la ciudad más antigua de Eslovenia, a apenas hora y media de la capital, es un ejemplo de ello. Desde el castillo que domina la población se puede disfrutar de una espectacular vista de un auténtico mar de tejados rojos.
A escasos kilómetros está Maribor, la segunda ciudad del país. A nosotros personalmente nos decepcionó. No tiene el encanto de otros pequeños pueblos eslovenos quizás porque su desarrollo lo ha convertido en una especie de pueblo grande. La principal atracción de la ciudad son sus vinos. La Bodega Vinag está considerada una de las más grandes de Europa. También se pueden hacer catas de vinos de la zona en la Casa de la Vid vieja, donde se puede ver una parra que lleva produciendo vino desde hace más de 500 años.
Pero el país está repleto de pequeños pueblecitos medievales con mucho encanto. Skofja Loka a pesar de su reducido tamaño fue uno de los que más nos gustó. Está a escasos kilómetros de Bled y tiene uno de los cascos históricos mejor conservados del país.
El castillo de Predjama es otra de las imágenes más famosas de Eslovenia. Una increíble construcción medieval en el interior de una cueva a la que vale la pena acercarse.
Pero no todo va a ser monumentalidad. El pequeño pueblecito de Zalec, que no contaba con ningún atractivo histórico, estuvo muy avispado a la hora de atraer a los turistas. Sólo necesitaron instalar en la plaza del pueblo una fuente con seis surtidores de cerveza. El sistema es bastante sencillo. En un kiosko cercano compras una jarra que cuenta con un chip que te permite probar hasta un litro se seis tipos diferentes de la cerveza local.
Eslovenia sin límites
La reciente Historia del país, que obtuvo su independencia de Yugoslavia en 1991 y se incorporó a la Unión Europea en 2004, nos lleva a sitios tan interesantes como Nova Gorica, una población construida en 1948 junto a Gorizia, una ciudad eslovena que en este año pasó a formar parte de Italia tras el tratado de paz entre ambos países. Durante medio siglo ambas poblaciones estuvieron separadas por una valla que cayó el 1 de mayo de 2004 cuando Eslovenia se incorporó a la Unión Europea y las fronteras entre el país e Italia desaparecieron.
En definitiva, Eslovenia ha sido una grata sorpresa muy recomendable para todos aquellos viajeros que quieren descubrir un destino auténtico y alejado de convencionalismos. Espero que si la visitéis disfrutéis tanto cómo yo de este viaje.
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