«El próxim vuol amb destinació…»

Y es que viajar es una de mis pasiones. Me encanta descubrir nuevos lugares, probar nuevas comidas, aprender nuevas cosas… Viajar alimenta mi alma. Y necesito hacerlo cada cierto tiempo. No hay nada mejor que un día que amanece soleado, tras jornadas de incesante lluvia. Llamas a alguien, cojes el coche y emprendes un viaje, improvisado, sin planear…
Me desconcierta no tener rumbo. No soporto perder el control. Y cuando el mapa se rompe, cuando no sé hacia dónde voy, me encuentro vulnerable. Puedo parecer una persona segura de mi mismo, que sabe lo que quiere en cada momento y hacia donde va. Pero miles de preguntas asaltan mi mente cada cierto tiempo, aunque trate de luchar con ellas con mi sempiterno optimismo: ¿qué hubiera pasado si…?, ¿me gusta lo que hago?, ¿este es mi lugar?, ¿qué significan ellos para mi?, ¿qué pasaría si empezara de nuevo en otro sitio?, ¿me arriego a cambiar?, ¿me pasará esto?, ¿acabaré así?, ¿por qué no puedo ser Gretel?
Y sin respuestas no hay rumbo. Sin coordenadas no hay localización. Si no sé dónde estoy ¿cómo voy a saber cual es mi destino?
Tengo que buscar una brújula. Pero no sé donde puedo encontrarla. ¿Estará en mi interior? ¿Me la dará otra persona? Me siento perdido en lugares cotidianos. La gente a mi alrededor parecen extraños. No me reconozco a mi mismo en lo que hago.
Por eso, la voz del aeropuerto, inicia una cadencia que nunca acaba, nunca termina de pronunciar el destino. Porque detrás de esa voz automatizada hay alguien que no sabe a donde dirigirse.
Después de eso deberían contratarte como locutor, así después de dar tantos destinos acabarías encontrando el tuyo.A mí también me gusta tenerlo todo bien atado, pero bueno, adaptarnos a cuando no nos hace más fuertes.
Me gustaMe gusta