Hace más de un año que escribí «Este país es una ruina» un post en el que ya apuntaba como monarquía, partidos políticos, poder judicial y otras instituciones del Estado sufrían un deterioro difícil de solucionar. Diecisiete meses después los acontecimientos no han hecho más que confirmar que una etapa se cierra para dejar paso a otra.

En España la monarquía ha vivido la sucesión de manera tradicional al grito de «El rey ha muerto, viva el rey». El paso de Juan Carlos I a Felipe VI se ha producido sin funerales regios de por medio. Sin embargo, los españoles arrastramos ya desde hace años un proceso de luto por un sistema que se forjó en 1978 y ahora vive sus momentos finales.
Vivimos un año clave que los libros de Historia marcarán como el año del cambio. Es curioso que la institución más tradicional haya sido la primera en cambiar, al menos de titular. El pasado junio, Juan Carlos I, uno de los principales impulsores de la Transición, ponía fin a casi 40 años de reinado.
Eran muchas las señales de que el bipartidismo en España estaba perdiendo fuelle. Pero parece que hasta las elecciones del pasado 25 de mayo PP y PSOE no quisieron darse cuenta de lo que estaba pasando.
La reacción socialista después de tres años de puro letargo ha sido similar a la de la monarquía: un nuevo titular en la Secretaría General. Aún no sabemos si Pedro Sánchez dirigirá un giro inesperado, aunque todo apunta a un cambio pausado.
La respuesta del Partido Popular al 25-M no fue tan inmediata. En la noche electoral la secretaria general del partido anunciaba sonriente que habían ganado las elecciones a pesar de que habían perdido 2,6 millones de votos. Semanas después el presidente del Gobierno no ha tenido más remedio que reconocer que algo está cambiando y empezar a hablar de la «regeneración política» que este país necesita.
Si bien es evidente a los ojos de todos que el PSOE es un partido dividido, el poder ha mantenido unido, al menos en apariencia, al PP. Esto va a cambiar en el curso 2014-2015. A la vuelta del verano, Mariano Rajoy podría anunciar cambios en el Gobierno y en el partido. Además, las elecciones municipales de 2015 pueden abrir enfrentamientos con los presidentes autonómicos. La guerra está servida.
No sólo el modelo de monarquía o los principales partidos políticos ideados por la Transición han comenzado el cambio. El sistema de las autonomías de 1978 parece inaplicable en 2014. La mayor prueba de ello es el referéndum que el presidente de Cataluña mantiene convocado para noviembre de este año.
En junio de 2014 no pudimos pronunciar la frase «El rey ha muerto, viva el rey» pero bien podríamos decir «La transición ha muerto, viva la transición». Estamos en un periodo de nueva transición y los supervivientes del sistema anterior ya han reconocido que el colapso es inevitable, pero quieren hacer un cambio tranquilo. ¿Lo conseguirán?