Tranquilos, no me he vuelto loco. Todos sabemos que Murillo es probablemente el pintor más sevillano que existe. Del cuarteto de virtuosos del Barroco hispalense, Velázquez tuvo que ir a triunfar a la Corte madrileña, Zurbarán, aunque desarolló la mayor parte de su carrera en la capital del Guadalquivir, nació en Fuente de Cantos, la actual provincia de Badajoz, y Valdés Leal, alternó su actividad entre Sevilla y Córdoba. De los cuatro, solo Bartolomé Esteban Murillo nació y murió en Sevilla y desarrolló su carrera artística casi en exclusiva en la ciudad.
Como dijo Antonio Bonet Correa, presidente honorario de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el acto de presentación del Año de Murillo en Madrid el pasado 18 de enero “Sevilla y Murillo son una misma cosa. Pocas veces una ciudad y un artista han tenido una relación tan intensa.” Y es que, este museo que acogió el acto, expone cuatro destacadas obras del artista sevillano. La más célebre es «San Diego de Alcalá dando de comer a los pobres», que Murilo pintó para la Casa Grande Franciscana, un enorme convento, el más grande de la ciudad, que ocupaba todo el espacio que ahora llamamos Plaza Nueva.
El ciclo de Murillo para los franciscanos fue su carta de presentación en la ciudad, uno de los primeros trabajos que le dieron fama. En el acto de presentación de Murillo,el alcalde de la ciudad, Juan Espadas, se detuvo unos instantes frente al lienzo. Quizás, alguien se acercó a comentarle que el cuadro que veía estuvo durante más de 200 años a pocos metros del despacho que actualmente ocupa en Plaza Nueva.
El Museo también atesora otras obras destacadas de Murillo: «La Magdalena», «Éxtasis de San Francisco» o «Resucitado». La Sala Murillo de la Academia es todo un acto de justicia poética hacia la figura del pintor, que visitó la ciudad en 1658 probablemente con la intención de seguir los pasos de Velázquez, que dos años antes había pintado «las Meninas». La estancia de Murillo en la Corte dura solo algunos meses. Probablemente no supo moverse en las intrigas palaciegas para encontrar lugar entre los pintores cortesanos.
A su regreso de Madrid, funda en Sevilla la Academia, considerada la primera escuela de arte de la ciudad y que tuvo su primera sede en la planta alta del edificio que ahora ocupa el Archivo de Indias. Precisamente la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el espacio que sirvió de escenario para el acto de presentación del Año Murillo en Madrid, se inspiró un siglo después en la Academia que fundó Murillo en Sevilla.
400 años después, la capital del Reino hace justicia al pintor sevillano. Una ciudad que se le mostró hermética en sus aspiraciones como artista se rinde hoy a sus pies. Muchas pinturas de Murillo están ahora en el Museo del Prado, en la propia Academia o en otras instituciones de la capital. Muchos son los sevillanos que reclaman la vuelta de estas obras a las iglesias y conventos hispalenses donde las concibió el pintor. Eso seguramente nunca ocurra. Y es que, si algo hace interesante a Murillo, es precisamente ese poder evangelizador. Murillo no consiguió conquistar Madrid hace cuatro siglos, pero hoy su sevillanísima obra es conocida en todas las capitales mundiales. Con la efeméride que da comienzo en este 2017 se hará, si cabe, todavía más universal. Murillo no conquistó la Madrid del rey, pero, sin duda, al menos por un día, Murillo fue en Madrid el rey.
Si quieres saber cómo se desarolló el acto de presentación del Año Murillo, lee mi crónica para Sevilla Actualidad.
Un comentario en “Murillo se hace madrileño”